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Y asI fue como me convertI en PIxeles.

Desde hacía ciento sesenta y cinco años el mundo había cambiado por completo. Un grupo de científicos, deseosos por mejorar la calidad de vida de los seres humanos, habían desarrollado un chip que, tras ser implantado en el cerebro de los seres humanos, su calidad de vida mejoraría enormemente. Estos chips eran mantenidos por una inteligencia artificial a la que denominaron «Sistema administrador de circuitos integrados». S. A. C. I. buscaba asegurar el futuro de la humanidad, dado que ese era el propósito para el que había sido creada así que, ejercía un mantenimiento continuo y en tiempo real en un servidor central, que se adaptaba y evolucionaba por si mismo, manteniendo los chips por el bien de la humanidad y actualizándolos según las necesidades.

El chip tenía bastantes usos prácticos, funcionaba como una especie de documento de identidad. Las puertas de las viviendas se abrían por sí solas con un sensor que reconocía los chips de las personas registradas como residentes de la vivienda; así como también eran capaces de controlar los parámetros del organismo continuamente, alertando a la persona en caso de que necesitara de algún nutriente o alguna vitamina, además de avisar en el momento en que detectase alguna enfermedad que necesitara de atención médica; por otra parte, también eran capaces de registrar las aptitudes físicas y psicológicas, permitiéndole así encontrarle al individuo un trabajo adecuado a sus capacidades; es decir, que técnicamente se comportaban como una especie de currículum muy acertado. Como un agregado, podían detectar cuando una persona estaba a punto de cometer un acto ilegal, por lo que, segundos antes de que se llevara a cabo dicho acto delictivo, el chip dormía al individuo y se encargaba de dar aviso a las autoridades para que fuera apresado. Esto último permitía que el nivel de delincuencia fuera extremadamente bajo.


Cuando los encargados del proyecto comprobaron que los chips no eran perjudiciales para los seres humanos y que, por el contrario, podría ayudarlos en gran medida en su calidad de vida, decidieron comenzar a implantarlos en los humanos mayores de edad. Con el tiempo, se dieron cuenta de que, cuanto antes fueran injertados en el cerebro de las personas y más tiempo pasara el chip en el cerebro del individuo, mejor era su reacción y recopilaba datos más exactos, es decir, se adaptaba mejor al cuerpo. Por este motivo, se animaron a realizar el procedimiento en bebés recién nacidos. Esto permitía que el chip se adaptara al crecimiento de la persona, en especial, al crecimiento cerebral, pasando a formar parte del individuo, como si de un órgano más se tratase. Con el tiempo, no había ningún ser humano en el planeta que no tuviera un chip como algo esencial en su vida.

 

Gracias a esta nueva tecnología, la humanidad había evolucionado y la calidad de vida había mejorado notablemente, aumentando la esperanza de vida a ciento veinte años. No obstante, esto, lo que logró fue que se generara una superpoblación. Los recursos, como los alimentos y las energías, corrían un gran riesgo de agotarse en unos cortos veinticinco años, si el número de personas y la esperanza de vida continuaba aumentando a la velocidad que lo hacía.

S. A. C. I. al ver el problema al que se enfrentaría la humanidad en un corto periodo de tiempo, realizó los ajustes pertinentes que permitieran que los recursos no se agotaran en veinticinco años, creó y activó el «Sistema de emergencia para la salvación de la humanidad». Tras este ajuste en los chips, los seres humanos

comenzaron a perder la capacidad de pensar por sí mismos, así como los deseos y esperanzas, y pasaron a enfocarse en cumplir con sus necesidades básicas y, sobre todo, en trabajar. No había otra alternativa que producir y producir. Esta era la única manera de que el mundo no se quedara sin recursos alimenticios y energéticos.

 

Aquella mañana se presentó como cualquier otra. Ayami se levantó de la cama, tomó una ducha y salió hacia su trabajo en el que demostraba sus habilidades en la mecánica e informática a diario. Su puesto estaba ubicado en la fábrica de robots policías, encargados de mantener el orden en aquella sociedad que, desde hacía 1 año, había perdido la capacidad de sentir y de pensar por sí misma, con el fin de mantenerse y no perecer.

 

Ayami se había criado en compañía de Lily, una pequeña perrita negra que la acompañaba a todos lados desde el momento en que la conoció. Todos los días salían juntas a caminar, a recorrer las colinas, a ver los árboles de sakura cuando estos florecían. Lily lo era todo para Ayami y Ayami lo era todo para Lily. Eran inseparables. No había nada que Ayami disfrutara más que pasar tiempo con aquella perrita que se había convertido no solo en su compañera, sino también en su mejor amiga, en su familia. Estaban muy unidas. Dormían juntas y hacían todo juntas. Lily, siempre la acompañaba al trabajo. No importaba si llovía, si hacía frío o si era uno de los días más calurosos del año, la pequeña perrita estaba con ella en todo momento y Ayami disfrutaba de ese vínculo que compartían.

 

Sin embargo, cuando el «Sistema de emergencia para la salvación de la humanidad» se activó, con la intención de salvar a la humanidad, Ayami también se vio afectada y perdió su capacidad de disfrutar de aquellos momentos y las salidas cesaron por completo, ya no había más paseos para ver las sakuras en flor, ni las largas caminatas hacia la colina. Ayami dejó por completo de pasar tiempo con Lily, la alimentaba porque era lo necesario para su superviviencia pero algo en su cabeza le decía que había que trabajar y no había tiempo que perder.

 

Ayami no se sentía para nada feliz. En lo más profundo de su ser percibía que algo no andaba bien. Se sentía triste, angustiada, pero no podía hacer nada para revertir esa sensación porque, de nuevo, trabajar. Lily, también era capaz de notar que algo le sucedía a su amiga. La veía sumamente decaída, a pesar de que siempre cumplía con todo lo que debía, como un autómata. Pero, lamentablemente, por sus limitaciones, Lily no sabía qué hacer para cambiar el estado de ánimo de Ayami. Lily también se sentía apagada, al fin y al cabo no entendía que había pasado para que cesara la atención que recibía a diario. Aún así, ella continuaba acompañándola a todos lados y estando junto a Ayami en todo momento, sentía que, quizá así, Ayami volvería a ser la muchacha feliz que siempre había sido.

 

Los días se sucedían uno tras otro en una abrumadora monotonía. Todas las personas del mundo solo se dedicaban a cumplir con las necesidades básicas y a trabajar. Y eso mismo hizo Ayami aquel día. Una fuerza interior la instaba a pasar tiempo con Lily, sin embargo, no podía pensar en otra cosa que en trabajar, trabajar y trabajar. Nada se alteraba en su rutina, a pesar de que en su interior sentía un enorme vacío. Cada día era una sucesión de tareas que no tenían otro objetivo que asegurarse la subsistencia, creando los recursos necesarios para que la población mundial no pereciera en un cuarto de siglo.

 

Ayami suspiró con pesar, miró a Lily, quien se encontraba tumbada sobre la cama

que compartían y se dispuso a salir hacia su trabajo.

 

En cuanto Lily oyó que la puerta de la vivienda se abría, saltó de la cama y siguió a Ayami hacia el exterior. Jamás la dejaba ir sola a ninguna parte. Ayami sintió la imperante necesidad de caminar hacia la colina a la que solían ir, pero no podía, su mente se lo impedía, tenía que cumplir con su deber.

 

Una vez que Ayami llegó a su trabajo, ocupó su lugar y comenzó a realizar las tareas que ya había adoptado como parte de su rutina. Ayami usaba sus habilidades para cuidar del mantenimiento de los robots policías que se dedicaban a proteger las calles de la ciudad, y sus habilidades como programadora le permitían controlar cualquier quiebre que pudiera existir en el sistema.

 

Aquel día pasó sin pena ni gloria. En cuanto se cumplió su horario laboral, Ayami tomó sus pertenencias y salió de la oficina, esperando encontrar a Lily aguardándola fuera como de costumbre.

 

Ayami salió del edificio, deseando ver a Lily quien siempre la esperaba en la entrada. Si bien no podía hacer todo lo que quería con su mejor amiga, le hacía ilusión verla. Sin embargo, se encontró con que la pequeña perrita negra no se hallaba por ninguna parte.

 

Su corazón comenzó a latir desbocado. Nerviosa y ansiosa ante la desaparición de su mejor amiga, de su familia, Ayami miró a todas partes en su búsqueda y, sin poder encontrarla, se dejó caer al suelo de rodillas, angustiada.

 

—¿Dónde estás, Lily? —preguntó en un susurro, mientras la represa se rompía en su interior y unas gruesas lágrimas comenzaban a recorrer su rostro.

 

Estaba desesperada.

 

¿Y si le había pasado algo a la pequeña Lily?

 

El estrés que sentía era tan grande que no era capaz de pensar con claridad. Sus sentidos y sus sentimientos habían salido a la superficie y, sin saber qué diablos hacer, salió corriendo en la búsqueda de su amiga.

 

Luego de un par de minutos de incansable carrera, el alma le volvió al cuerpo cuando vio que Lily iba a su encuentro con una ramita de flores de sakura en la boca. La perrita, al verla cada día más apagada, intentaba, de esa inocente manera, alegrarla, aunque solo fuera un poco.

 

En cuanto Lily se acercó a ella, Ayami no pudo evitar arrodillarse frente a su amiga y abrazarla con fuerza. En su pecho sintió como, de repente, la felicidad que sentía que había perdido volvía a ella, la angustia y la tristeza se alejaban velozmente y el vacío desaparecía.

 

Tras un par de minutos de abrazar a su amiga, Ayami se puso de pie y comenzó a prestarle atención al mundo que la rodeaba. Todas, absolutamente todas las personas estaban completamente automatizadas, sus miradas carecían de vida, sus expresiones no variaban en lo más mínimo y ni siquiera se relacionaban entre sí.

 

Ayami no entendía que rayos estaba pasando. No recordaba el mundo de esa forma,

ya que el chip había logrado que ella viera todo aquello como algo «normal», algo a lo que no debía prestarle demasiada atención, y, por un momento, sintió verdadero miedo.

 

Unos segundos más tarde, sonaron unas sirenas y, al darse media vuelta, vio que unos robots policías se acercaban a ella y a Lily. Estos robots, también unidos a la Inteligencia Artificial S.A.C.I., no detectaban el chip en Ayami, por lo que se dirigían hacia ella con la intención de arrestarla.

 

Al percatarse de esto, Ayami miró a Lily y la instó a que la siguiera a toda velocidad. Necesitaba escapar cuanto antes de aquellos policías metálicos.

 

Gracias a que su chip, de forma inexplicable, había dejado de funcionar, fue capaz de llegar a casa, sin que la pudieran identificar.

 

Una vez en su hogar, Ayami se vio obligada a salir por las noches para poder abastecerse de alimentos y demás productos necesarios para su subsistencia y la de Lily. De esta manera, podía burlar a los robots, ya que de salir durante el día, al ser una persona sin chip, la detectarían fácilmente e irían tras ella sin descanso. Sin embargo, ella contaba con una ventaja, al trabajar en la empresa de seguridad y sabía, mejor que nadie, cómo aprovecharse de los puntos ciegos de aquellos policías robóticos.

 

Con el pasar de los días, comenzó a sentir que el temor por el mundo que la rodeaba iba en aumento. Era como si todas las personas estuvieran muertas en vida. En innumerables ocasiones, procuró entablar conversación con algún que otro sujeto, pero fue en vano; siempre le respondían que así estaban bien, que todo funcionaba perfectamente y que los dejara trabajar en paz, por lo que no vio otra salida que desistir en su intento de convencerlos de que el mundo en el que estaban viviendo no era normal.

 

No obstante, Ayami no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Sabía que, como fuera, tenía que hacer algo. Hackear a los robots policía fue lo primero que se le cruzó por la mente, contaba con esa habilidad pero... sabía que era una tarea imposible. Tendría que competir contra la mejor Inteligencia Artificial jamás creada, la cual poseía el control de aquellos malditos sujetos de metal.

 

Tras pensarlo por un par de días se le ocurrió un plan y, para llevarlo a cabo, debería empezar destruyendo aquellas molestas máquinas que se dedicaban a proteger las calles de la ciudad.

 

Contaba con dos habilidades que le permitirían conseguir lo que se había propuesto: era experta en informática y en mecánica. Por lo que, sin mucho esfuerzo, creó una guadaña de hoja holográfica de color azul, capaz de partir en dos a esos malditos policías metálicos sin el más mínimo esfuerzo.

 

En cuanto tuvo lista su arma se puso un traje nuevo muy chulo y acorde con el momento, tal y como hacían en las pelis y animes que solía disfrutar, y salió a la calle cada una de las noches, junto a Lily, con la intención de destruir a todos y a cada uno de los robots que se interpusieran en su camino. Su plan consistía en ir eliminándolos poco a poco de las calles para así encontrar a S. A. C. I. .La ubicación de esta era desconocida, por lo que ella pretendía eliminar la mayor cantidad de robots, para que, de esta manera, los que fueran quedando se reunieran en el sitio que mayor protección

necesitara, desvelando así la ubicación de la dichosa central.

Su intención, desde el principio, era llegar al servidor y, utilizando sus habilidades como hacker, sacar la mayor información útil que le fuera posible, que le permitiera revertir o solucionar, de alguna forma, el problema que los malditos chips estaban causando en el mundo, a pesar de que inicialmente habían sido creados con un buen fin. Ayami era consciente de que todo aquello era producto de S. A. C. I., que había buscado la mejor forma de que el ser humano pudiera subsistir. Sin embargo, no por ello estaba bien, por mucho que aquella Inteligencia así lo percibiera.

Luego de largas noches de arduo trabajo, eliminando un robot tras otro, Ayami y Lily logran, por fin, dar con una pista. Los robots habían comenzado a concentrarse en un punto específico de la ciudad.

 

Al llegar al lugar, Ayami se sorprendió al comprobar que el edificio que custodiaban era de lo más sencillo y normal. Tenía sentido, pues de esa forma era el lugar perfecto para que el servidor pudiese pasar desapercibido.

Sin saber muy bien cómo lo haría, Ayami estaba convencida de que entraría allí a como diera lugar, por lo que, después de un par de noches de vigilancia al edificio, logró burlar la custodia y adentrarse en la edificación en compañía de Lily, sin demasiados obstáculos; algo que la sorprendió, pero que la alegró sobremanera. ¡Por fin estaban dentro!

Una vez en el interior del edificio, y tras recorrerlo velozmente en busca de la maldita Inteligencia Artificial que manejaba a los robots y los chips, Ayami en compañía de su mejor amiga, comenzaron a descender por unas estrechas escaleras metálicas y a cruzar númerosos pasillos de color blanco, hasta toparse con la máldita máquina central que había apresado al mundo en sus propias mentes.

Rápidamente, se puso manos a la obra para poder obtener la información que necesitaba. No obstante, las alarmas no tardaron en activarse y Ayami no tuvo más alternativa que salir corriendo, seguida por Lily, al darse cuenta de que las habían pillado.

Sin embargo, a pesar de tener que huir a toda velocidad, Ayami se sentía bastante más tranquila, ya que, aunque no fuera demasiado, había logrado obtener algo de información que podría serle útil para terminar con todo esto.

Pero aquella tranquilidad no tardó en desvanecerse cuando, al intentar salir del edificio, ella y Lily se vieron perseguidas por un gran número de robots de todo tipo.

Ayami inspiró profundamente, consciente de que, si quería salir de allí, no le quedaría más remedio que luchar; y así lo hizo. Con una habilidad magistral, comenzó a destruir uno a uno a los robots que se acercaban a ella con el fin de arrestarla. Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse al ver que mientras más robots eliminaba, más se acumulaban en torno a ella. Parecía que la querían atrapar viva o muerta, y ella no estaba dispuesta a permitirlo.

Sin dejar de luchar, comenzó a huir a toda velocidad hasta que logró salir del edificio. Aun así, los robots no cesaron su persecución. El cansancio se iba notando con el paso de los minutos y, tras dar vuelta en una esquina, se encontró con un maldito callejón sin salida, estaba acorralada.

Ayami sentía que las fuerzas se le estaban agotando, pero era consciente de que, si quería salir de allí con vida, no le quedaba más remedio que reunir lo que le restaba y continuar con la lucha.

Su guadaña cortaba el aire a velocidad de vértigo, destrozando a cada uno de los robots que intentaban tomarla por la fuerza; sin embargo, en el proceso, uno de aquellos hombres metálicos, controlados remotamente, logró darle de lleno en su pierna, cortándosela sobre la rodilla.

Ayami no pudo evitar caer al suelo, adolorida. El dolor aunque era sumamente intenso en ese momento, procuró ignorarlo y continuar luchando, pese a la cuantiosa pérdida de sangre. Ya se ocuparía de aquella herida en cuanto acabara con el maldito robot que había osado dañarla.

En el momento en el que procuraba ponerse de pie con la ayuda de su guadaña, un enorme robot se abalanzó sobre ella con la intención de rematarla y Lily se precipitó entre ambos con la intención de protegerla. Ayami sintió puro terror al pensar que si Lily recibía ese golpe no lo aguantaría. Intentó con las pocas fuerzas que le quedaban alcanzar a su pequeña perrita negra al tiempo en el que otra persona, se interponía entre Lily y el engendro metálico, rematándolo con un simple movimiento de su guadaña. La vista de Ayami comenzó a nublarse. No podía ver bien qué sucedía frente a ella y las fuerzas, por la enorme pérdida de sangre, desaparecían haciéndola perder finalmente el conocimiento.

Al abrir los ojos, Ayami no reconoció el sitio en el que se encontraba y el temor comenzó a recorrer su cuerpo, al pensar en que quizás había sido capturada. Pero, si era así, ¿por qué rayos la habían dejado con vida?

Lentamente, su cerebro comenzó a recuperar las imágenes anteriores a que perdiera la consciencia.

En el momento en el que todo comenzaba a cobrar sentido en su mente, una persona muy similar a ella pero mucho mayor y con una pierna robótica, se adentró en la habitación.

—¿Quién eres? —le preguntó a aquella desconocida que tanto se le parecía.

—Soy tú, pero del futuro —se limitó a responder.

—¿Có-cómo? —preguntó, tartamudeando.

—Lo que oyes —respondió—. Pero eso ahora es lo que menos importa. Lo más relevante en este momento es que te recuperes. Llevas dormida 4 días seguidos pero aun estás muy débil por la pérdida de sangre. Me ha dado tiempo a fabricar una protésis robótica que suplante la pierna que has perdido—dijo, mientras se daba la vuelta, rebuscaba entre un par de cajas y sacaba una prótesis idéntica a la que ella llevaba.

—Pero… —dijo mientras se colocaba una mano en la cabeza por el mareo producido al intentar levantarse de la cama en la que se encontraba.

—Ya tendremos tiempo de hablar y de que responda a todas tus dudas —la tranquilizó—. Ahora necesitas recuperarte. Estás muy débil por la pérdida de sangre —repitió.

Ayami, sin estar muy convencida con la respuesta de su yo del futuro, se dejó caer sobre la almohada y, sin darse cuenta, se quedó nuevamente dormida.

Al despertar, Ayami del futuro se encontraba sentada en aquella habitación.

—¡Ey! Hola —saludó—. ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor —respondió Ayami, incorporándose en la cama. La falta de su pierna hacía que algo tan simple le resultara mucho más difícil. Ayami del futuro se apuró a ayudarla—. Bueno, al menos ahora no me mareo—bromeó.

—Me alegra que ya estés mejor. Hice todo lo posible para que no sufrieras ninguna infección —dijo, dibujando una sonrisa.

Ayami del futuro tomó la prótesis robótica que había dejado apoyada contra la pared junto a la cama.

—Toma —dijo, tendiéndosela—. Al principio puede que te resulte un tanto extraño utilizarla, pero te aseguro que es sumamente cómoda y que te acostumbrarás rápidamente a ella.

Ayami del presente miró la prótesis con un poco de desconfianza. Si bien veía que su yo del futuro la utilizaba sin problemas, como si fuera su propia pierna y no una extensión robótica, no se sentía del todo segura. No obstante, después de meditarlo por unos minutos, decidió confiar. Si realmente era ella quien había viajado del futuro al presente, sabía de lo que era capaz y no podía dudar de que lo que le decía era cierto.

Inspirando profundamente, tomó la prótesis y, sin demasiados inconvenientes, se la colocó, confirmando que lo que la Ayami del futuro le acababa de decir era cierto; la prótesis era sumamente cómoda y se adaptaba a lo que quedó de su pierna sin ningún inconveniente.

Con lentitud, se puso de pie y comprobó que no tenía ni el más mínimo problema para movilizarse con ella. Sin lugar a dudas, había sido diseñada con el mayor de los cuidados, teniendo en cuenta todos los detalles para que resultara cómoda y fácil de utilizar. Además era bonita.

—Tenías razón, es muy práctica. Lo siento como si fuera mi pierna real. Gracias — dijo, alzando la mirada hacia su yo del futuro mientras movía su nueva pierna en diferentes direcciones.

—No tienes por qué. —Sonrió.

—Sí, claro que sí tengo por qué, si no hubiese sido por ti, Lily podría haber muerto, incluso yo, pero solo perdí una pierna que te has preocupado en reemplazar rápidamente. ¿Cómo podría no estarte agradecida?.

—Tómate tu tiempo para adaptarte a ella. Yo te espero en la cocina. Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme. Aquella puerta de allí es el baño —dijo, señalando hacia una puerta que se encontraba dentro de la misma habitación.

—Gracias —repitió Ayami, mientras, con su nueva pierna, se encaminaba hacia donde le había indicado su yo del futuro.

Ayami del futuro se limitó a sonreír, se dio media vuelta y salió de la habitación con intención de preparar un par de chocolates bien calientes. ¡Y con mucha nata!

Tras un rato, Ayami se dirigió hacia donde se encontraba la Ayami del futuro, y se sentó frente a la mesa de madera que se encontraba en el centro de la estancia, mientras observaba como su yo del futuro jugueteaba con Lily. Al menos su pequeña amiguita había estado pasándolo bien en su ausencia.

—Ahora que ya me has curado y me has dado la prótesis, ¿me dirás cómo diablos has llegado hasta aquí y por qué? Juro, por lo más sagrado, que, a pesar de que me veas tranquila, estoy en shock. No se supone que esto sea posible.

—¿Sabes? En mi mundo Lily ya no estaba. Cuando todo ocurrió... No apareció nadie que salvara a mi Lily.

Ayami del futuro guardó silencio por un par de minutos que a la Ayami del presente se le hicieron eternos, antes de darse la vuelta con una taza de té humeante en cada mano. Se encaminó hacia la mesa, depositó una taza frente a Ayami, antes de sentarse a su lado.

—Es bastante simple y a la vez complejo de explicar.

—Creo que seré capaz de comprenderlo —repuso, mientras tomaba la taza y se la llevaba a los labios.

Ayami del futuro suspiró, se humedeció los labios y, tras tomar un sorbo de chocolate de su taza, dijo:

—Todo lo que has pasado tú, como es lógico, también lo viví yo. Sin embargo, Lily, en mi realidad, tristemente falleció. Enterré su cuerpito debajo del árbol de sakura que se encuentra en la cima de la colina a la que siempre hemos ido. —Suspiró una vez más—. Luego de ello, me pasé días enteros sumida en la angustia, por la pérdida de mí, de nuestra —enfatizó— mejor amiga. Sin embargo, tiempo después, mi plan, nuestro plan, de devolverle la vida al mundo, regresó a mí con más fuerza. Intenté por todos los medios destruir los puestos de trabajo para ver si, de esa manera, las personas comenzaban a pensar por sí mismas y se enfocaban en sus más profundos deseos. —Bebió un sorbo de su taza—. No obstante, no importó cuánto hiciera, siempre pero siempre, todos eran reubicados en nuevos sitios de trabajo. No les daban ni el más mínimo tiempo para pensar. Ahí fue cuando me di cuenta de que no podría hacerlo sola y decidí crear una máquina del tiempo. Tu misma conoces cuales son nuestras habilidades, y con el paso de los años pude mejorarlas. Lamentablemente, no pude viajar mucho más allá de esta fecha, pero me agrada poder estar contigo, conmigo (lo siento, no deja de ser raro), y sé que no hay nadie mejor que tú para ayudarme. Aún no has perdido la fe, aún posees la fuerza necesaria para luchar.

—¿Cómo pretendes que lo hagamos? Dices que todo lo que has intentado no ha servido de nada.

—Pues bien, mi idea es crear una nueva máquina del tiempo con los materiales que hay en este presente. Ya he comenzado a crearla, está en proceso. No sé si lo lograré, pero no pierdo nada con intentarlo, y tú me serás de gran ayuda. Sé muy bien de lo que eres capaz, te conozco como que eres yo, así que lo mejor es que unamos fuerzas y hagamos que esto sea posible —sentenció—. Si es que quieres, claro —agregó.

Conocía más que bien a la Ayami de aquel presente, pero no por ello iba a dejar de cerciorarse de que ella estaba de acuerdo.

—Por supuesto que quiero —aseguró Ayami—. No hay nada que desee más que acabar con esta locura.

—Muy bien; entonces, pongámonos manos a la obra; a ver si la terminamos de una buena vez.

Ayami del futuro sabía que con la mente motivada y fuerte de la Ayami de ese presente al que había regresado podría lograr lo que ambas deseaban: que el mundo volviese a ser mundo y no un sitio controlado por una Inteligencia Artificial que no le permitía a los seres humanos vivir como deseaban, a pesar de que las intenciones de S. A. C. I. siempre hubiesen sido preservar a la raza humana.

En conjunto, comenzaron a trabajar para terminar la máquina del tiempo con las piezas con las que contaban en esa época. Ayami del futuro pudo ver la notable diferencia en la tecnología que existía entre su tiempo y ese presente. Sin embargo, estaba convencida de no dar el brazo a torcer. Con la fuerza y la motivación de Ayami del presente, todo era posible.

No obstante, contrario a la máquina anterior, en esta ocasión Ayami del futuro simplemente pudo crear una máquina que solo permitiría que la mente viajara a través de los años, mediante un ordenador. No le agradaba demasiado la idea, pero sabía que con los recursos con los que contaba en esa época no podía lograr nada mejor, por lo que no le quedó más alternativa que conformarse.

—Tendrás que ser tú quien viaje —dijo la Ayami del futuro, en cuanto terminaron de construir la máquina que llevaría la mente de una de ellas hacia el pasado. Ayami del presente la observó sin comprender—. Mi mente está debilitada, no me creo capaz de soportar un viaje mental al pasado. En cambio, tú aún posees intactas las fuerzas y las ansias de luchar. Sé que podrás viajar sin problemas, mientras yo permanezco aquí cuidando de tu cuerpo.

—Entiendo —asintió—. Solo espero no arruinarlo todo.

—Tranquila, no lo harás. Confío en ti —le aseguró, posando una mano sobre su hombro.

—¿Lo haremos ahora? —inquirió, un tanto intranquila.

Confiaba en la Ayami del futuro, al fin y al cabo, a pesar de los años que las diferenciaban, sabía de lo que era capaz, sin embargo, dejar que su mente vagara a través de una máquina del tiempo no era algo que le hiciera mucha gracia. No obstante, sabía que era la única manera que tenía de revertir lo que era el mundo en ese momento: un mundo sin una pizca de vida, un mundo en el que solo importaba la producción para mantener la sobrepoblación mundial.

Sintiendo que su corazón palpitaba desbocado, Ayami del presente se introdujo dentro del cilindro de cristal que habían construido. Su cuerpo se mantendría allí, bajo el control de su yo del futuro, conectada a una gran cantidad de cables que controlarían sus signos vitales.

Era más que consciente de que la tarea que tenía por delante no era nada fácil. Al no

contar con un cuerpo en el que alojarse, no le quedaba más remedio que mantenerse como una Inteligencia Artificial dentro de los dispositivos electrónicos, en el pasado.

¿Qué podría hacer sin un cuerpo? Tenía que pensar con rapidez en un método para alcanzar el corazón de muchas personas al mismo tiempo.

Rápidamente, una idea cruzó su mente. Decidió que la mejor forma de incitar a los humanos para que lucharan por sus sueños y no dejaran de lado sus deseos más profundos, era hacer streams en Internet. De esta manera, cuando llegara el día en que S.A.C.I. activase el programa que convirtió a los humanos en simples muertos vivientes, las personas tendrían deseos lo suficientemente fuertes para anular y chocar con las obligaciones impuestas por el chip, gracias a sus sentimientos, a sus anhelos, a sus ansias de libertad, tal y como le había sucedido a ella en cuanto creyó que Lily había desaparecido. Si algo sabía era que su amor por aquella perrita, por su mejor amiga, por su única familia, había permitido que el chip se estropeara y, de esta forma, había recuperado el control total de su cuerpo, de sus pensamientos, de sus deseos más profundos, y eso era lo que quería que sucediera con el resto de las personas en el mundo. Porque, en su presente, si bien seguían siendo seres humanos, ¿qué sentido tenía tener una expectativa de vida de ciento veinte años, cuando no podías hacer nada por tu propia cuenta; cuando todo lo que hacías era trabajar, trabajar y trabajar?

Las preguntas brotaban sin control. ¿Lograrían las personas enfocarse en sus sueños, en sus deseos? ¿Podría algún día cambiar el mundo, el presente desde el que había viajado?

No lo sabía, no tenía ni una sola respuesta a todos aquellos interrogantes. Lo único que sabía con certeza era que, pasara lo que pasase, lo intentaría hasta las últimas consecuencias.

 

Permanecería en el pasado hasta lograr su cometido.

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